martes, 11 de septiembre de 2012

El enano y la muñeca.


Dibujo a la pluma, para un boceto de Tapa para
la Revista Fierro, que nunca salió.
bb
En la época de Velázquez al nacer una princesa. El Rey de un reino amigo,
solía regalarle a la recién nacida un enano para que la jugara, la protegiera
y la vigilara. Y si el reino dejaba de ser amigo, pero confiaban en el enano,
tal vez éste, además, le informara con discreción a la antigua patronal.
¡Que ya bastante es ser enano y encima informante¡.
El enano es un muñeco viviente y servil, su amo crece y él se queda pequeño.
Torna en bufón y disfruta un buen colchón. Recibe pensión y alojamiento
en el palacio. Es un muñeco con su propia historia, porque los muñecos no
tienen historia, por más historias de muñecos nos hagamos. Los hijos son
los muñecos de los padres, son sus enanos, su Yo proyectado. El muñeco,
en todas las culturas, desde siempre y en todos los continentes, aparece
como el Yo, Deseo objetivado fuera de sí, como una manera de replicarse
en una forma ideal o parecida; a la cual amar y en ella verter el Yo, Deseo.
Y proteger buscando protección. Sea el muñeco o la muñeca, ellos tienen
forma de infantes, como los enanos, los cuales de infantes no tienen nada
a juzgar por las poderosas vergas que ostentan esos enanos desvergonzados.
Y de eso ni hablar, porque los buscadores escucharán la mala palabra verga.
Y me encontrarán recitándola:

“La desvergonzada verga marinera
bien soporta la furia del huracán.
Y vos, hijo de mi blanca puta vela,
sin vergüenza desvergonzado
te me inflas y te me desinflas.
Pero esa es otra historia.”
bb

Veamos ahora la historia
de los enanos desvergonzados,
en el tiempo en que los pintaba
Don Velázquez:

Don Velázquez y Don Enano.

Don Velázquez,
¿ Por qué Usted me pinta a mí que soy enano?
Porque Don Enano,
Mi pincel mejora lo mal dado y corrige lo excéntrico.
Pero Don Velázquez,
Sigo enano y no mejoro nada ni me vuelvo concéntrico.
Más le vale, Don Enano.
Pues el Rey no le daría servicio si no fuera Enano declarado.
Además Don Enano,
Yo vuelvo una enana a la mismísima Infanta al pintarla niña,
Y su Rey Padre ama a la niña, quedada enana para siempre.
El Rey y la Infanta aman a los enanos y por eso yo los pinto.
Don Velázquez, el Rey,
¿le permite mezclar regios enanos con otros ordinarios?
Lo permite, Don Enano.
Porque dicen que los niños son enanos que se curan al crecer.
Y los enanos, niños que prefieren no crecer ni llegar a Grandes.
Dígame, Don Velázquez,
¿ Por qué los Grandes de España, aman a los enanos?.
Don Enano, lo hacen,
de puro Grandes que son, aman a los que nunca lo serán.
Y a Usted, Don Velázquez
¿Quién le dijo que yo no soy un gigante que se achica?
Don Enano.
Si Usted se achica, nosotros nos volvemos pequeños a la par,
porque nada se nota en el mundo de las proporciones mutuas.
Don Velázquez,
déjese de enanos y pinte por fin un gigante que se achica.
Cuando el Rey.
Me otorgue un espacio equivalente al de un gigante
para poder pintarlo a él como a un par, al verlo completo,
Yo pintaré un gigante que se vuelve enano por la Infanta.
Don Velázquez,
Yo de gigante a enano lo hago por gusto mío no por las Infantas.
Quienes perversas son, al volverse enanas para disfrute del Rey.
Don Enano
Las infantas son mis amas y se vuelven enanas en mi pintura
para el goce de su padre, mi Rey, y no hay nada malo en ello,
ni tampoco en que mis amas amen desde niñas a los enanos.
Y déjese de impertinencias y no se mueva, que la pintura suya
no por ser la, de un enano, dejará de tener calidad merecida.
Pero si lo pinto movido, más que un enano, Don enano,
parecerá alguna de esas meninas cubistas del tal Picasso.
Texto, verso y dibujo:
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