sábado, 21 de diciembre de 2013

Poema al 32.


Detalle de un dibujo, donde aparece, como en otros grabados incluso, el viejo Smith & Wesson calibre 32.
Poema al 32.

En la década del 30
creo era el año 37
una mañana a las 6
ya cumplidos los 33
y con un calibre 32
caí abierto a puñal.

Fue de amanecida
lío de cama ajena.
Al pasar el viejo tilo
vi al ñato, su marido
no estaba viajado,
esperaba en sigilo.
Entró de abajo feo.
Varias cosas cortó.
Mientras yo caía,
supe que moriría.

Empuñé el frío 32
calzado en el cinto
y lo calenté tirando
al ñato del puñal.
Doblado en 2
cayendo al piso
ya casi muerto,
le emboqué 3
y sólo le fallé 1
al casi ya no ver.

Lo maté con el 32
al que no me dejó,
ni llegar a mis 34,
ni volver en el 12,
a mi barrio del 11
para jugarle al 48,
bautizado en la tabla:
“el muerto que habla”.

Caí, lo maté y morí
a puñal y calibre 32
una mañana a las 6,
creo era el año 37.
En la década del 30.

Con la bala que fallé
muerto y sin querer,
cuando llegaba, maté
al motivo, a la mujer.
La que amé y amanecí
y su tilo ensangrenté.
¿Quién tendrá mi 32?
Tengo un viejo revólver Smith & Wesson calibre 32 largo de la década del 30, que mi abuelo, Alfredo Lucio Benavidez, el “Tuerto” Benavidez, de la mesa chica del “Peludo” Yrigoyen y por eso luego presidiario en la Cárcel del Fin del Mundo, recibió de mi otro abuelo el Coronel Secundino Bedoya para que lo escondiera. El arma tenía un muerto encima, alguien poderoso y el que lo había matado, era cercano a mi abuelo Secundino y temían que pudieran registrarle la casa. Pasados 50 años mi padre me lo regaló, agregando que le parecía que había sido un lío de polleras o de cama ajena, con oficiales de caballería a los tiros. Yo lo dibujé y grabé muchas veces y hoy le dedico este Poema al 32, cambiando por supuesto las circunstancias.
Sería bueno denunciar a los abuelos por encubridores, sería bueno tenerlos vivos en la cárcel y no muertos quién sabe dónde.
Grabado y verso: Alfredo Benavidez Bedoya.
www.poemasamanoalzada.blogspot.com